Más sobre antibióticos y probióticos

Bacterias, SII, CIC y probióticos

El estudio del resistoma, el conjunto de genes de resistencia a antibióticos dentro del microbioma del intestino humano, aporta información relevante sobre la distribución, prevalencia y origen de las diferentes resistencias.

Se está empezando a describir lo que se ha denominado “resistoma” del intestino humano. Se definiría como el conjunto de genes que codifican resistencia a antibióticos dentro del ecosistema microbiano del intestino humano. Como se han descrito y secuenciado 380 genes de resistencia a antibióticos, ya es posible investigar y detectar su presencia en la microbiota intestinal mediante el análisis de muestras fecales. Es importante porque muchos, si no la mayoría, de estos genes son elementos móviles que pueden transferirse horizontalmente entre bacterias de la misma o de distinta especie. Se sospecha que el ecosistema microbiano intestinal debe ser uno de los principales medios de diseminación de la resistencia a antibióticos.

Se ha estudiado el resistoma, es decir la presencia de genes de resistencia a antibióticos, en 142 muestras fecales procedentes de ciudadanos norteamericanos que participaron en el Human Microbiome Project, 71 muestras de ciudadanos daneses y 39 muestras de ciudadanos españoles (estos dos últimos grupos procedían del proyecto Europeo MetaHIT)1. Sorprendentemente o no, el 100% de las 252 muestras contenían genes de resistencia a tetraciclinas, bacitracina y a alguna cefalosporina. Más interesante aun es la observación de que los genes de resistencia más prevalentes (están en el 60% de la muestras o más) son los que inactivan antibióticos que están aprobados para uso animal. En cambio, la prevalencia de genes de resistencia a antibióticos de uso exclusivamente humano está por debajo del 30% de las muestras. Es una observación sugerente, ya que apunta a que una fuente principal de inducción de genes de resistencia podría ser el consumo de antibióticos con la comida, concretamente en tejidos de animales que han consumido antibióticos. Una segunda observación abunda en este aspecto: muestras españolas tienen más prevalencia de genes de resistencia que las americanas o danesas. La venta de antibióticos en farmacias es mayor en España que en Dinamarca, pero está por debajo de la venta en Estados Unidos2. La gran diferencia está en la presencia de genes de resistencia antibiótica en animales para consumo humano, que está muy por encima en España, según datos de muestras recogidas en mataderos3.

La interpretación de estos datos no puede sino confirmar que estamos expuestos a antibióticos en la comida, y quizá de un modo especial en España. Los antibióticos reducen la diversidad del ecosistema4 y, aunque este efecto sea reversible, durante el tratamiento hay sobrecrecimiento de especies resistentes. Ello genera riesgo cuando la especie o especies que pasan a dominar tienen potencial patógeno. Por tanto, es otro motivo más para consumir probióticos. Si el probiótico alcanza el medio intestinal en concentraciones adecuadas, evitará el sobrecrecimiento de las especies resistentes y su potencial patógeno.


Referencias bibliográficas

  1. Forslund K, Sunagawa S, Kultima JR, Mende DR, Arumugam M, Typas A, Bork P. Country-specific antibiotic use practices impact the human gut resistome. Genome Res. 2013; 23(7): 1163-9.
  2. Goossens H, Ferech M, Coenen S, Stephens P; European Surveillance of Antimicrobial Consumption Project Group. Comparison of outpatient systemic antibacterial use in 2004 in the United States and 27 European countries. Clin Infect Dis. 2007; 44(8): 1091-5.
  3. de Jong A, Thomas V, Simjee S, Godinho K, Schiessl B, Klein U, Butty P, Vallé M, Marion H, Shryock TR. Pan-European monitoring of susceptibility to human-use antimicrobial agents in enteric bacteria isolated from healthy food-producing animals. J Antimicrob Chemother. 2012; 67(3): 638-51.
  4. Panda S, El Khader I, Casellas F, López Vivancos J, García Cors M, Santiago A, Cuenca S, Guarner F, Manichanh C. Short-term effect of antibiotics on human gut microbiota. PLoS One. 2014; 9(4): e95476.

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